Como
ya lo han dicho tantas veces: "el hombre es un ser sociable por
naturaleza" y por consiguiente existe la necesidad de relacionarse a fin
de cumplir ese objetivo de vida, cualquiera que sea la actividad de
desempeño familiar, social, laboral... Desde el más ermitaño, monje,
anacoreta, asceta o como se le quiera llamar respetuosamente a quien
adopta una vida solitario, esa persona yo creo que por lo menos cada
mañana saluda a su Dios con la merecida reverencia y alegría de corazón.
Hasta en casos y cosas para las
cuales pretendamos vivir en estricta independencia o alejamiento, de
repente nos vemos abocados a un intercambio con otro ser. Prácticamente
no somos ajenos a ese intercambio con los demás basados en la
comunicación para la cual establecemos vínculos de amistad, vínculos de
creencias, de familiaridad y afecto, vínculos de vecindad, vínculos
comerciales, vínculos educativos, cantidad de vínculos laborales y
sociales a través de los cuales se desarrolla la actividad diaria en
todas las culturas. Bueno y si la comunicación con los demás es el medio
de relacionarnos cada momento, no debemos olvidar que necesariamente el
comienzo de toda buena comunicación deberá estar marcado por un cordial
saludo. Saludo es lo mismo que reverencia, inclinación, abrazo,
apretón, beso, caricia, venia, salutación, ademán, gesto; también y
profundizando en el asunto, un saludo es un cumplido, una cortesía, una
congratulación, una visita. Se aprecia con tristeza que el saludo ha ido
perdiendo importancia, y cada vez más personas hasta prefieren no
levantar la cabeza al cruzarse de repente con alguien por la calle,
entre ellos hay quienes pretenden hacer creer que no han notado la
presencia del amigo, del vecino o conocido
en la calle. Tal argumentación no tiene sentido como tampoco hay
justificación en quien por cuestiones de su propia condición de vida
momentánea o leve alteración anímica se esconde ante los demás evitando
saludarles o ser saludado. Cada quién es libre de elegir con quien deba o
no tratarse, con quién haga falta o no relacionarse, con quién convenga
o no reunirse, eso es cierto pero lo que también es una triste gran
verdad es que se observa demasiado escepticismo frente a la amistad,
frente al nivel de confianza y trato con los demás.
Nada
deja de bueno el que a nivel de vecindades por ejemplo ni siquiera
sepamos notar el rostro de (x) o (y) persona puesto que a diario
transita esquivando las miradas para no saludar a los miembros
inmediatos de su comunidad. Tampoco tiene excusa quien acaba de llegar y no saluda o ingresa a un recinto en busca de alguien para que se le atienda, así
sea deber del otro la atención para con el primero; a nadie le exime
del saludo ninguna condición social, posición económica o nivel
jerárquico dentro de una empresa o institución. Todo lo anterior
contrasta con la amena actitud de quienes no sólo saludan amablemente
sino que se gozan ante la presencia del amigo, del familiar, del
compañero o simplemente de algún conocido para tener el gusto de
saludarles con afecto y efusividad ofreciéndoles además sus mejores
deseos de bienestar; esto es tan placentero que realmente vale la pena,
además de contribuir de manera valiosa al fortalecimiento de la
sociedad, cualquiera que sea el nivel afectivo o de confianza que se
tenga con la persona. Para mí es de gran complacencia regularmente
encontrarme hasta con personas que aunque no las conozca a fondo sí
pueda acceder con ellas a un dialogo o trato momentáneo, sea superficial o profundo y que refleje haber sembrado un ambiente de calidez y cordialidad mutua. Ah! Les envío un afectuoso saludo y los mejores deseos de bienestar en unidad con Dios. Orlando Giraldo Arango, OGA